Aprender para la vida en el colegio Areteia

La educación es una actividad constante en nuestras vidas, donde aprendemos a través del estudio y la experiencia. A diario, nos enfrentamos a nuevas situaciones que nos aportan conocimientos, ya sea a través de comidas novedosas, monumentos, noticias o interacciones en redes sociales. Además, hay circunstancias inesperadas, como el nacimiento de un hijo o una pérdida, que nos obligan a aprender y superar obstáculos. Aunque no seamos conscientes, aprender, casi como respirar, comer o beber, es una actividad que todos realizamos, no solo de manera constante, sino también a lo largo de nuestra vida. Entendido el aprendizaje como “conocimiento por medio del estudio o de la experiencia” (DRAE), podemos concluir que nuestra vida cotidiana está llena de circunstancias que, a diario, nos aportan algo nuevo.

De aprendizaje a competencias

Desde el nacimiento, los bebés reciben estímulos que les permiten adquirir los primeros aprendizajes, siendo la adquisición del lenguaje uno de los hitos más importantes. A lo largo de la infancia, los niños son impulsados por la familia y la sociedad a adquirir habilidades y conocimientos necesarios para su desarrollo personal. La escuela juega un papel fundamental en esta etapa, transmitiendo saberes útiles para desenvolverse en el entorno y superar desafíos cotidianos. La transformación de estos saberes adquiridos en procedimientos para superar los retos diarios que la vida plantea es lo que, desde no hace tanto, se ha venido a llamar “competencias”.

El conocimiento no es un depósito estático de datos que van pasando de generación en generación, sino que se convierte en un medio de adaptación a nuestra vida, urbana y digital, del siglo XXI. Este giro copernicano en la educación ha implicado numerosos cambios en los procedimientos pedagógicos: así, el profesor deja de ser un mero transmisor de conocimientos para dirigir o facilitar aprendizajes, por lo que el estudiante comienza a entenderse como parte activa de la adquisición de los contenidos académicos. En este camino, además, la deconstrucción, iniciada por H. Gardner, del concepto tradicional de “inteligencia” en múltiples tipos, ha permitido identificar diferentes fortalezas en cada persona, por lo que la educación propiamente dicha ha posibilitado un mayor protagonismo del individuo.

Los 4 pilares de la educación

Sin embargo, hace ya casi tres décadas, J. Delors advertía que, de los cuatro pilares de la educación, esto es: “aprender a conocer”, “aprender a hacer”, “aprender a convivir” y “aprender a ser” («Los cuatro pilares de la educación», 1994), la escuela parecía anclada en el primero (los conocimientos), con alguna incidencia del segundo (saber hacer). A día de hoy, esta evolución permanece inconclusa, pero ya se ha venido concretando en las últimas reformas legislativas. No en vano, la escuela actual supone, en un mundo cada vez más global, un medio de homogeneización, un punto de partida desde el que aprender unas reglas elementales y de convivencia que permitan desenvolverse con naturalidad y respeto, pero también con eficacia. Ya desde su preámbulo, la vigente Ley de Educación (LOMLOE) asegura que la educación para “la sociedad es el medio más idóneo para transmitir y, al mismo tiempo, renovar la cultura y el acervo de conocimientos y valores que la sustentan”. Transmisión, por tanto, de cultura y valores como elemento de cohesión (y adhesión al medio) para los jóvenes en este mundo plural.

El concepto de educación ha evolucionado en el siglo XXI, alejándose de la mera transmisión de conocimientos para enfocarse en el desarrollo de competencias y habilidades. Se reconoce que el aprendizaje es un proceso dinámico en el que el estudiante juega un papel activo. Además, se ha ampliado la noción de inteligencia, reconociendo diferentes fortalezas en cada individuo.

Un punto de inflexión para educación

Uno de los progresos más significativos desde el punto de vista de la educación lo supuso, cómo no, la obligatoriedad y universalidad de la escolarización. Los numerosos desarrollos normativos y la superposición de leyes hablan de un desencuentro político a la hora de establecer un pacto global por la educación que, lejos de una idea de evolución del concepto “educar”, deja la impresión residual de que la educación se sigue considerando un medio para construir una sociedad concreta, y no un como fin en sí mismo para el desarrollo de la persona. La gran diferencia entre políticos y educadores radica, por tanto, en que la educación como medio se ocupa de generar masas, mientras que la educación como fin en sí mismo se orienta hacia la persona, hacia un cultivo del individuo que se desarrolla libremente y en plenitud dentro de este mundo globalizado.

Memorizar información en la era de la tecnología

Por otro lado, el impacto de las nuevas tecnologías ya comienza a verse en los planes educativos y alcanza, incluso, a las universidades. El valor de los contenidos memorísticos, ciertamente, ha disminuido para dar mayor valor a los procedimientos, pero, mientras, al fondo comienza a aparecer también un poso que la escuela debe valorar, trabajar y, si es preciso, transformar: “¿de qué sirve saber algo si lo puedo consultar en internet?”. Esta simple cuestión, que no deja de tener cierto fundamento para aquellos contenidos memorísticos, ataca a dos componentes fundamentales del estudiante: la motivación, por un lado, la utilidad del quehacer diario en el colegio, por otro.

Del mismo modo que el hecho de tener una calculadora no otorga los conocimientos matemáticos, el acceso a la información por medio de internet tampoco proporciona sabiduría, ni, mucho menos, competencias. Más allá de que es necesario crear en nuestros niños y niñas un espíritu crítico capaz de discriminar las informaciones correctas de las incorrectas, crear hábitos saludables y seguros de uso, asentar criterios de convivencia específicos que eviten olvidar que el trato en las redes sociales sigue siendo con personas y debe, por tanto, ser un trato humano y respetuoso, la escuela proporciona, no ya los conocimientos, sino las herramientas necesarias para que el crecimiento sea el adecuado: mucho más significativas son las competencias, especialmente la de aprender a aprender, que nos acompañarán toda la vida que el nombre de los ríos, los años de reinado de los Reyes Católicos o el resumen de los Pazos de Ulloa, por poner un ejemplo.

Escuela, el vehículo hacia el aprendizaje

El cerebro del niño, conforme va creciendo, se especializa y reduce el número de neuronas a cambio de una mayor eficacia, disminuye la cantidad de materia gris y consigue abrirse al pensamiento abstracto preparándose para la vida adulta. En este tránsito, la escuela lo que hace es convertirse en un espacio de aprendizaje, sí, pero también de relación en sociedad entre iguales. Los planes de estudios son imperfectos, desde luego, si el centro de atención se ubica en los resultados, en esa respuesta que sí nos puede dar una máquina. Son los procesos los que permiten crecer a nuestros hijos e hijas, los que moldean el cerebro, como si del entrenamiento de los músculos se tratara, de forma adecuada para asumir esas habilidades propias y necesarias de la persona en sociedad, desde las propiamente sociales hasta las que nos permiten hacer la compra o desenvolvernos por la ciudad. Los contenidos los marcan las leyes, pero los procesos los dirigen los educadores: por eso, pese a todo, la escuela avanza.

Así, podemos responder a ese “¿para qué quiero saber algo si lo encuentro inmediatamente en internet?” con una respuesta tan breve como simple y verdadera: para la vida.

¿Cómo educamos en el colegio Areteia?

Desde el Colegio Areteia, con un programa que comprende desde la etapa infantil hasta el bachillerato y módulos de formación profesional superior, entendemos la educación como la principal herramienta que tiene el estudiante para estimular el conocimiento de sí mismo y, por tanto, de desarrollo personal. Aprender a superarse, alcanzar logros y objetivos es el comienzo de un camino que solo puede cobrar su pleno sentido en el contexto de un crecimiento en sociedad, entre iguales, de convivencia. Para ello, el Colegio Areteia desarrolla una enseñanza personalizadora centrada en el individuo como eje del proceso de enseñanza y aprendizaje. Asimismo, desde el fomento de jornadas temáticas, eventos deportivos, actividades lúdicas y extraescolares, se permite el establecimiento de espacios de contacto entre iguales compartiendo intereses y objetivos añadidos al trabajo propio de las aulas en la busca de un desarrollo pleno e integral del niño.

14 / 09 / 23