La adolescencia como proceso de formación de la persona

¿Qué significa la adolescencia? ¿Por qué es importante la adolescencia como configuración de una persona? ¿Qué etapas diferenciadas vive un adolescente? ¿Qué ocurre en el cerebro de un adolescente? ¿Cómo podemos acompañar a los adolescentes?

Los diferentes estudios sobre la adolescencia oscilan entre el tratamiento de la misma como un periodo de transición propio de las sociedades modernas y el de una etapa de la vida que la entiende como preparación para la edad adulta común a todas las culturas. Es cierto que la evolución de los países desarrollados ha propiciado en los últimos doscientos años un cambio sustancial, retrasando el periodo de formación (el de edad escolar y de profesionalización) en una especie, la humana, que está “programada” para una emancipación más temprana y que, por tanto, sigue un curso biológico diferente.

La adolescencia, según la edad del niño

Así, es común segmentar la adolescencia en tres etapas claramente diferenciadas que pueden presentar oscilaciones en la edad según las características del niño, su particular maduración o factores externos (familia y amigos) o internos (dificultades de aprendizaje o enfermedades) y con una ligera anticipación en el caso de las niñas. J. J. Casas y M. J. Ceñal, en su trabajo Desarrollo del adolescente. Aspectos físicos, psicológicos y sociales, señalan que entre la adolescencia temprana (de los 11 a los 13 años), la adolescencia media (de los 14 a los 17 años) y la adolescencia tardía (de los 17 a los 21 años): “los adolescentes deben conseguir la independencia de los padres, la adaptación al grupo, aceptación de su nueva imagen corporal y el establecimiento de la propia identidad sexual, moral y vocacional”.

¿Qué ocurre en la adolescencia temprana?

Para ello, durante la adolescencia temprana el cuerpo comienza a desarrollarse y a liberar el flujo hormonal que propiciará una serie de cambios físicos y comportamentales que, por sí solos, no explican las posibles situaciones de conflicto y la tendencia a asumir situaciones de riesgo que pueden derivar en conductas de riesgo, como pueden ser el consumo de drogas o el hábito al juego. En efecto, otro órgano de vital importancia, el cerebro, también está en proceso de cambio y será el vértice de todo este proceso.

El importante trabajo de E. Burunat titulado El desarrollo del sustrato neurobiológico de la motivación y emoción en la adolescencia: ¿un nuevo periodo crítico? destaca la influencia de la herencia y del ambiente en el joven en la generación de conductas. Ambos factores son fundamentales en tanto que la plasticidad cerebral, esa capacidad del cerebro de “modificar su desarrollo en función del ambiente estimular en que se desenvuelve el individuo”, estará condicionada por sus propios procesos biológicos. Durante la adolescencia, este órgano pierde un importante número de conexiones neuronales en un proceso de especialización o perfeccionamiento que hace que, siendo menor en su número, sea mayor su eficacia (es decir, no es que progresivamente la persona vaya perdiendo necesariamente inteligencia). El mayor cambio en la segunda década de vida se produce en la corteza prefrontal, que pierde casi la mitad de su materia gris entre los 8 y los 16 años (R. M. Pautassi, Neurobiología de la adolescencia), un cambio muy significativo por cuanto en esta área se localizan los aspectos racionales y emocionales de nuestras tomas de decisión. Una característica propia de la adolescencia como es la impulsividad se explica, por tanto, desde nuestra propia configuración biológica. Evolutivamente, explica Burunat, estos cambios permiten que el adolescente busque la salida del entorno familiar conocido. Es decir, prepararse, una vez más, para la vida adulta.

La impulsividad durante la adolescencia

La corteza prefrontal, asimismo, será la encargada de regular la experiencia acumulada e interactuará con los estímulos capaces de generar recompensas. Si unimos la impulsividad a este sistema de recompensas, podemos entender el porqué del origen de conductas de riesgo en estas edades, pero, a escala menor, también resulta más sencillo comprender, por ejemplo, la adicción a videojuegos por las posibilidades de ofrecer experiencias satisfactorias (una victoria o “ser bueno en algo”). Por otra parte, las investigaciones recientes, asentadas sobre casos datados ya desde el siglo XIX, coinciden en localizar la adquisición de normas sociales (la moral, pero también la ética) en los lóbulos frontales, también, por supuesto, en formación durante la adolescencia. Así, la completa relación entre la idea de lo que está bien y lo que está mal está plenamente ligada al aprendizaje y, con él, al rol educador de la familia y la escuela.

Por tanto, el adolescente está ya biológicamente impulsado al descubrimiento y a la búsqueda de nuevas sensaciones, de manera que ser capaces de ofrecer unas condiciones adecuadas para alcanzar estímulos positivos se convierte en uno de los principales objetivos a cumplir en nuestra tarea de enseñarles a ser independientes. La educación, en este sentido, será uno de los ejes fundamentales sobre los que sostener esta etapa de la vida y, bien estructurada, junto a actividades de ocio y tiempo libre en familia (y, pautadas, con amigos), se puede garantizar un desarrollo óptimo de nuestro hijo o hija. Para este fin no hay una “receta”, pues las características de cada individuo, su forma de aprender e intereses varían con cada persona, por lo que es importante ser capaces de encontrar la fórmula adecuada que se adapte a cada uno, máxime cuando, en las sociedades actuales, las características propias de cada uno (como pueden ser dificultades de aprendizaje o condicionantes biológicos, sociales o de personalidad) deben adaptarse a un sistema educativo común a todos.

El sistema de enseñanza personalizada del Colegio Areteia garantiza una metodología adaptada a las características individuales de cada niño o niña. Partiendo de la base de que el estudiante encuentra el verdadero estímulo por el aprendizaje cuando este es accesible, los programas propuestos, que abarcan desde la educación infantil a la formación profesional, ofrecen itinerarios ajustados a las posibilidades e intereses de cada estudiante. Desde una perspectiva holística, además, la atención a las familias, dirigida por un gabinete psicopedagógico y canalizada a través de la figura del tutor, ofrece pautas para alcanzar el éxito educativo, tan importante en la autoestima del niño, y una orientación adecuada, conforme a sus expectativas y capacidades para alcanzar la madurez necesaria que les prepare para la vida adulta.

07 / 04 / 22