Cómo educar en la cultura del esfuerzo

El esfuerzo posee muchas connotaciones y, si para algunas personas implica llegar a resultados satisfactorios, para otras es sinónimo de desgaste y cansancio. La motivación es el impulso que el ser humano necesita para progresar o autorrealizarse, y la motivación sin esfuerzo y conocimiento no puede ser bien encauzada.

La cultura del esfuerzo es el único camino para desarrollar el talento, para ser competitivo como persona y como sociedad. No hay nadie brillante que no tenga detrás de sí muchas horas de entrenamiento. Como concluyó Howard Gardner, después de estudiar a personas extraordinarias por su desempeño: todos ellos habían trabajado duramente durante al menos diez años. Malcolm Gladwell lo bautiza como la regla de las 10.000 horas de trabajo y Larry Bird, uno de los grandes jugadores de la NBA, lo resumió del siguiente modo: “Es curioso, cuanto más entrenamos, más suerte tenemos”.

Por eso desde el colegio Areteia intentamos no admitir que dejen tareas o cosas por terminar, porque los objetivos están puestos en función de sus posibilidades máximas, y permitimos que el niño participe en el planteamiento de las metas, que deben ser a corto plazo, concretas y fáciles de controlar por el adulto.

Nuestro nombre hace referencia a la virtud propia y originaria del esfuerzo, la excelencia. Eso mismo significa en griego Areté, aptitud excepcional para lograr un fin. La raíz etimológica del término es la misma que la de aristós, ‘mejor’, que designa el cumplimiento de un propósito. Y esto solo se consigue esforzándose.

Cultura del esfuerzo, significado e implicaciones

En el colegio Areteia fomentamos la cultura del esfuerzo en el aula y en el patio. En las clases nos esmeramos porque cada alumno saque lo mejor, impulsando para que dé su máximo posible, y en el patio realizamos actividades deportivas que fomenten su esfuerzo. Los profesores realizan un trabajo minucioso por conocer en detalle cada niño, con sus dificultades y sus habilidades. Ponemos el foco para impulsar sus destrezas. Creemos profundamente en la riqueza de cada persona y nuestro deseo es que en cada uno de nuestros alumnos desarrolle lo mejor de sí mismo, teniendo en cuenta sus necesidades.

Fuera del aula, también trabajamos el esfuerzo, el empeño y el trabajo de superación. Este es el caso del Día del Deporte. Unos días destinados a fomentar las actitudes y aptitudes saludables de nuestros alumnos, fomentar el valor del esfuerzo y probar diferentes modalidades deportivas para descubrir cual es la que más les gusta. Los alumnos de todo el colegio realizarán, entre otras, carreras de velocidad, salto de longitud, retos individuales y partidos de pádel, competiciones de baloncesto y fútbol, todo ello gracias a la organización y colaboración de los alumnos de la Formación Profesional Deportiva de TECO y TSEAS.

Los primeros años son ideales para educar a nuestros hijos en el trabajo y en el esfuerzo. Para que nuestros pequeños entiendan el significado de estas palabras debemos dar importancia al proceso a la hora de conseguir un objetivo… los resultados vendrán después porque una cosa llevará a la otra. Las fortalezas que ellos poseen, la satisfacción de una tarea bien hecha y las razones para realizarla con calidad, serán determinantes a la hora de entender qué significa esforzarse y ser perseverantes.

Cómo educar en la cultura del esfuerzo, también desde casa

En el blog de Malamadres, nos explican las claves para fomentar la cultura del esfuerzo:

  1. Démosles mil y un motivo para esforzarse, para no cansarse de aprender. Demostrémosles que cada paso le acercará a su objetivo, que cada intento suma, que cada dificultad fortalece, que cada logro engrandece el alma. Hagámosles creer que la voluntad es la fuerza del querer, el deseo que las cosas ocurran.
  2. Consigamos que se hagan amantes de los retos y de las ganas de dar lo mejor de ellos en cada momento, a creer en el camino. Enseñémosles a comprometerse con sus sueños especialmente cuando las cosas se compliquen, a gestionar la frustración que los errores provocan, convirtámonos en el mejor ejemplo.
  3. Démosles la mano para que sean capaces de enfrentarse a sus miedos, motivémosles a probar con valentía sin temor a fallar, despertemos el interés por sentirse orgullosos de cada pequeño triunfo, por la búsqueda de la satisfacción personal.
  4. Consigamos que entiendan que la perseverancia es la virtud por la cual todas las otras virtudes dan su fruto, donde la práctica diaria se convierte en el mejor maestro.
  5. Logremos que apuesten a fuego por lo que deseen, hagamos que la constancia, la paciencia, la tolerancia a la frustración y el compromiso sean pilares en sus vidas. Seamos capaces de que se sientan orgullosos de su esfuerzo, que se miren al espejo con dulzura, que se traten con respeto.
  6. Ayudémosles a planificar la ruta, a definir objetivos, a trabajar sin bajar los brazos. Contagiémosles de energía, de voluntad, de optimismo, borremos la queja absurda de sus labios.
  7. Hablémosles del éxito bien entendido, ese que se logra comprometiéndose, siendo valiente y apasionado. Del triunfo como la capacidad de disfrutar de lo cotidiano, de ser agradecido por todo lo bueno que pasa sin tener que demostrar nada a nadie.

Esforzarse cada día es luchar para conseguir algo, pugnar, afanarse, trabajar para ser mejor, bregar, fatigarse, desvivirse por algo que merece la pena, esmerarse por aquello que se busca conseguir, intentar, procurar. ¿No es lo que queremos todos para nuestros hijos o alumnos?

Educar en el esfuerzo es beneficioso y favorece el mantenimiento de la motivación para trabajar con ilusión y ganas, no obstante el equilibrio en esta filosofía educativa es fundamental.

21 / 09 / 21