Trabajar las emociones con niños: consejos e importancia

Como padres, una de las principales preocupaciones que mantenemos diariamente es la reacción que manifiestan nuestros hijos e hijas a los diferentes momentos y situaciones: la alegría al ver a un familiar al que hace tiempo que no se visita, la satisfacción de un trabajo bien hecho en la escuela o, incluso, el rechazo a un plato de verduras. Son ejemplos cotidianos de una realidad que desencadena, necesariamente, una emoción. Si bien es verdad que en el mundo del adulto este tipo de reacciones se siguen sucediendo, en la infancia y en la adolescencia suponen un elemento más en el aprendizaje.

Por tanto, las emociones son esenciales en el proceso de formación de la persona. En tanto que “proceso subjetivo provocado por estímulos del mundo externo o interno”, es decir, experimentación individual de lo que sucede tanto en el entorno como en el interior del individuo, desencadenan una serie de funciones que van desde la activación del sistema cerebral, mantener la curiosidad, guardar en la memoria, establecer mecanismos de autodefensa o comunicarse con otras personas (F. Mora, “¿Qué son las emociones?”, en ¿Cómo educar las emociones? La inteligencia emocional en la infancia y la adolescencia).

Diferencias entre emociones y sentimientos

Aunque tendemos a identificar las emociones con los sentimientos, el desarrollo temporal en el que se manifiestan establece una diferencia clara: una emoción es un episodio breve que conduce a una acción; un sentimiento “se inicia con una emoción, pero se puede alargar mucho más” (Bisquerra, Psicopedagogía de las emociones). En este contexto, pues, la adecuada gestión de las emociones cobra una especial relevancia para el bienestar emocional de la persona que puede tener un impacto directo en la salud, mucho más si, como es el caso de nuestros hijos e hijas, aún están conociendo el amplio abanico de ellas, no todas positivas, que nos ofrece la vida. La capacidad de mantener un equilibrio entre los afectos y nuestras reacciones es lo que conocemos como “inteligencia emocional”, término popularizado por D. Goleman en la última década del siglo pasado y que dio pie a una auténtica revolución en el tratamiento de las emociones desde el ámbito educativo.

En la actualidad, la ciencia distingue tres componentes en la vivencia de las emociones: fisiológicos, comportamentales y cognitivos. Los fisiológicos son aquellos que se producen involuntariamente y obedecen a la respuesta automática del cuerpo ante una vivencia; en una situación de peligro, por ejemplo, el aumento del ritmo cardiaco y de la respiración. Los rasgos comportamentales conducen a la expresión de la emoción a través del cuerpo o el tono de voz. Finalmente, los componentes cognitivos suponen la experiencia del individuo, la vivencia personal del hecho que permite categorizar la emoción, pero solo dentro de la reflexión y el autoanálisis (Bisquerra, op. cit.). En este sentido, si bien no se puede intervenir sobre la respuesta neurofisiológica inicial, es posible reconducir tanto conducta como cognición, especialmente si tenemos en cuenta su proyección social porque “el sujeto de las emociones no es un organismo o cuerpo herméticamente aislado del entorno, sino un sujeto obligado a lograr sus metas relacionándose con los otros y con las otras cosas existentes en su medio” (E. Bericat, Emociones).

De esta manera llegamos al auténtico caballo de la educación actual. Nuestro sistema educativo propone una formación que integra contenidos científicos o humanísticos, pero hay una gran carencia en educación emocional, de modo que no hay un número de horas curricular que contemple este trabajo con los y las estudiantes, por lo que el profesional docente deberá incluir este contenido transversalmente en el desarrollo de su materia. Para ello, es preciso contar con una formación específica que permita integrarla de manera expresa, sin importar la disciplina, toda vez que supone un aprendizaje para la vida y para la evolución personal en la transición de niño a adulto.

El Colegio Areteia centra su modelo educativo en la persona, de manera que atiende individualmente a sus intereses, motivaciones y capacidades, contribuyendo, así, a su bienestar emocional. Asimismo, cuenta con un equipo de profesionales docentes altamente cualificados que trabajan en coordinación con el tutor, encargado del desarrollo de dinámicas de habilidades sociales y de autoconocimiento, creando un clima de aprendizaje y relación con los demás y consigo mismos. Para ello, el centro desarrolla, además, diferentes acciones formativas que permiten a los profesores y profesoras mantenerse a la vanguardia en materia educativa, entre las que destacan las “Jornadas de innovación educativa”, que en 2022 celebran su IX edición con la salud mental tras la pandemia como tema.

¿Cómo educar las emociones para lograr el bienestar emocional?

La educación emocional arranca en la familia desde el primer minuto de vida del niño. E. García Navarro (“Educar con inteligencia emocional en familia”, en ¿Cómo educar las emociones?) destaca cómo la sintonía emocional condicionará el bienestar futuro de padres e hijos. Es importante tener en cuenta que la percepción emocional de un adulto es inversamente proporcional a la del niño, del mismo modo que la percepción racional será la predominante en el adulto, por lo que la gestación de las emociones en la etapa infantil, tanto en casa como en la escuela, conformarán su personalidad. A este respecto, M. Lacruz et al., haciendo énfasis en las primeras etapas educativas, afirman que “a la hora de abordar la emoción en el aula, su relación con el aprendizaje y cómo integrarlos para un desarrollo óptimo del alumno/a, es imprescindible tener en cuenta que para el niño/a, especialmente durante los primeros niveles del sistema educativo, los hechos y situaciones que vive se convierten en experiencias emocionales que van dando forma a su carácter y su personalidad y que, inevitablemente, condicionan  en uno u otro sentido su aprendizaje escolar”.

Esta vivencia académica afectará, además, a la propia configuración del yo, de manera que la creación de expectativas y el desarrollo de sus intereses estarán en relación con sus experiencias positivas, en tanto que una mayor incidencia de sensaciones negativas podrá derivar en trastornos conductuales o problemas de salud mental o autoestima. Para evitarlo, es preciso encontrar un equilibrio adecuado en el que el niño o niña pueda aprender de sus fracasos mientras también disfruta de los éxitos. No se trata, por tanto, de evitar situaciones negativas, también propias de la vida, sino de enseñarle a aceptarlas como parte del aprendizaje. La educación en la resiliencia y la tolerancia al fracaso permiten evitar el enquistamiento de dichas experiencias y enseñan a valorar las propias fortalezas como parte positiva de uno mismo.

Así se trabajan las emociones con niños y adolescentes en Areteia

En el trabajo con los estudiantes en el aula, la figura del tutor será la principal referencia. Para Mª. L. López y J. Joyanes (“Influencia de la competencia emocional del profesor como modelo para el desarrollo de las competencias emocionales en los alumnos”, en Las competencias básicas. La competencia emocional), “los profesores se erigen en los principales líderes emocionales de sus alumnos” porque “la capacidad del profesor para captar, comprender y regular las emociones de sus alumnos es el mejor índice del equilibrio emocional de su clase”. Tomando como base esta premisa, cabe ver al profesor y, especialmente, al tutor, como un espejo en el que reflejarse, de manera que el desempeño emocional de este en el aula se convierte en ejemplo y modelo. Por ello, las sesiones de tutoría deben convertirse en un espacio de relación, de mejora de las habilidades sociales y de toma de conciencia de las diferentes problemáticas del grupo de edad que dirige, pero también deben incorporar rutinas de autoconocimiento y de mejora del vocabulario emocional. Ser capaz de nombrar las sensaciones y de asignar una palabra a la vivencia de un momento concreto permite al estudiante identificar el origen de su malestar (o bienestar) y asociar su expresión neurofisiológica, aquella que no podemos detener, para controlarla y regular la respuesta conductual y cognitiva.

Por ello, dinámicas vivenciales, en las que se presentan situaciones tipo a las que puedan atribuir una emoción u otra, son de vital importancia en el transcurso de dichas sesiones. También el trabajo de vocabulario, en el que se presenten múltiples palabras de diferentes campos emocionales (ira, alegría, tristeza – furia, enfado, melancolía, euforia, deleite) para asociarlas a la principal. Por supuesto, es muy importante hacer del aula un espacio emocional y emocionalmente saludable, por lo que materializar el pensamiento visible a través de la decoración de la clase es sumamente importante.

En el caso de alumnos con necesidades educativas especiales o con alguna dificultad cognitiva es particularmente importante la implementación en el aula de este tipo de estrategias. Un ejemplo muy claro es el de los alumnos con TEA, que presentan déficits en la reciprocidad social y emocional, en las conductas de comunicación no verbal y a la hora de mantener relaciones (M. García y V. I. García, “Intervención educativa en la comprensión de las emociones en el alumnado con TEA”, en Las competencias básicas. La competencia emocional). Debe tenerse en cuenta que el aprendizaje de emociones en estos alumnos es tan o más complejo que el de las materias académicas, por lo que debe suponer un elemento importante en el desarrollo de las clases.

El Colegio Areteia, desde su modelo de enseñanza personalizada, plantea en su diseño escolar diferentes espacios encaminados al trabajo emocional y de las diferentes inteligencias. El papel del tutor constituye un pilar que sirve de vértice al trabajo educador de la familia y de la escuela. El tutor dirige, además de las sesiones propias de tutoría, una hora de “proyectos” orientada a complementar la tarea formativa desde una perspectiva abierta a labores sociales o de mejora de las relaciones del grupo. Asimismo, el Colegio Areteia, desde sus Talleres Excellence plantea el trabajo de las diferentes inteligencias desde una perspectiva lúdica, por lo que se convierten en una vivencia emocional positiva con perspectiva en un ocio sano y enriquecedor.

09 / 06 / 22